20. "Y Enviaste tu buen Espíritu para enseñarles, y no retiraste tu mana de su boca, y agua les diste para su sed".
Aquí se nos enseña que la bondad y paciencia de Dios son inagotable, y que incluso en medio de nuestra propia desobediencia, El sigue dándonos su cuidado y su guía.
"Y les diste agua para su sed" (20), de manera similar Dios suplió la necesidad vital del agua, mostrando su cuidado constante y su fidelidad hacía Israel en el desierto, no solo en cuanto a sus necesidades físicas sino también espirituales, a través del don del Espíritu Santo.
En el desierto Dios trata con nuestro carácter. El ve de que manera reaccionamos ante las circunstancias difíciles que estemos atravesando. El quiere que crezcamos espiritualmente hasta llegar a ser como Cristo y las circunstancias proveen el ambiente que necesitamos para crecer.
La bondad de Dios se manifiesta a través de su benevolencia hacia nosotros. Dios, al ser infinito y bueno en todos sus atributos, siempre es bueno todo el tiempo, y todo lo que hace es para bien.
La bondad de nuestro Padre Celestial nunca se agota. Su bondad nunca deja de ser. No tiene límites.
El se revela en el “desierto” y nos llama a ver “el desierto” como El lo ve, así que debemos mirarlo a través de sus ojos y sus propósitos harán que tengamos una mejor actitud al caminar por él y nos llevará hacer más obedientes para así llegar al destino en el tiempo señalado.
Ánimo, nuestro Dios ha prometido siempre estar con cada uno de nosotros. Amén y amén. ial
Ps. Isela Aquino López
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